Por:
Sofía Romero

Bancos españoles, británicos, canadienses,
norteamericanos apoderados del mercado mexicano con filiales que reportan más
utilidades que las propias matrices de sus respectivos países de origen,
gracias a un paraíso bancario que, aunque no tan grande como quisieran,
exprimen hasta el último peso que pueden al usuario.
Los
empleados en ventanilla son pocos porque hay que reducir los gastos fijos al
máximo para hacer crecer las ganancias. No importa que el cliente sufra las
consecuencias de un mal servicio; el cansancio para realizar un simple trámite
que debería implicar una duración máxima de diez a quince minutos y que se
extiende de una a dos horas. No importan las quejas porque aunque hay una
aparente competencia en la práctica todos operan como un oligopolio en ciertos
servicios, aunque en otros cada quien impone las tarifas que más le convienen.
Lo mismo se pueden cobrar 16 pesos por retiro de efectivo en cajeros
automáticos que más de 30 pesos; una tarjeta de crédito puede tener un CAT,
costo anual neto, de hasta 52% que reducirlo a un 26%, pero nadie da más
utilidades por ahorrar que un miserable 4% anual, menos impuestos, lo que es
casi igual que nada.
Pero que no haya un retraso en algún pago,
digamos de 800 o 900 pesos por el pago de algo tan intrascendente como un
seguro de los muchísimos que le venden
con engaños a los clientes, porque inician un asedio telefónico de hasta dos
llamadas diarias exigiendo el cobro y, de paso, amenazando con enviar al Buró
de Crédito. “Le llamamos de Scotiabank en relación al atraso que tiene en el
pago de su tarjeta de crédito; le recordamos que el no pagar puede afectar su
imagen crediticia”, insisten de manera impertinente los empleados telefónicos
–para eso si hay empleados de sobra, no para proporcionar un buen servicio-, lo
mismo en horas de trabajo que a deshoras, incluidos los sábados.
Esa es la banca “globalizada y moderna” que
tenemos gracias a los gobiernos del neoliberalismo, lo mismo priistas que
panistas, quienes le abrieron las puertas a monstruos que hoy están fuera de su
control real. No importa que la economía crezca a un miserable 1.1 por ciento
anual, los bancos están obteniendo utilidades extraordinarias en México de
acuerdo a los estándares que imperan hoy en la banca internacional.
Si usted tiene una micro, pequeña o hasta
mediana empresa olvídese del crédito o, si es sumamente perseverante, hay que
resignarse a cubrir una montaña de requisitos, a ofrecer un apalancamiento de
dos a uno o hasta de tres a uno, y pagar intereses que estarán por encima del
30 por ciento anual. Si llega a atrasarse en los pagos está metido en un serio
problema, porque primero será asediado por los departamentos de cobranza y
después ira a dar al temido Buró de Crédito, el que está enterado,
literalmente, hasta de la cuenta que tiene pendiente en el estanquillo de la
esquina.
Esta es la banca que tenemos y es, por
ahora, intocable por los gobiernos, que la han dejado al más salvaje libre
mercado es un país como el nuestro, que sigue siendo apenas una economía
emergente que hace ya cerca de 20 años tiene índices raquíticos de crecimiento,
muy por debajo de varios países de la América Latina. Solo andamos por encima
de la pobre Venezuela, sujeta a un desastroso régimen político que si no fuera
un desastre sería una comedia barata y bananera.
Y lo cierto es que nadie va a defender
nuestros intereses mientras no lo hagamos nosotros mismos, organizados como
sociedad civil.