Por:
Pedro Santibáñez
El equipo de fútbol profesional
Santos-Laguna es un fenómeno extraño, casi indescifrable: de alguna manera
forma parte de la identidad regional. Sus victorias y sus derrotas mueven el
ánimo colectivo de La laguna semana tras semana y sus campeonatos son las
apoteosis; el éxtasis de una sociedad que tiene una historia breve y muy pocos
símbolos sobre los cuales soportar su pasado, sin embargo ese equipo de futbol
es irregular, errático en su comportamiento la mayor parte del tiempo: gana un
campeonato y después no califica a la liguilla; llega a una liguilla y pierde
partidos de manera escandalosa, absurda si tomamos en cuenta que se trata de
jugadores profesionales que ganan sueldos enormes, millonarios.
Si nos vamos a la hemeroteca, la historia
del Santos-Laguna es relativamente breve; se remonta apenas a 1983, pero es
hasta la temporada 1988-89 cuando se compra la franquicia de Los Ángeles de
Puebla, y a partir de ahí cobra fuerza hasta generar una clientela de fanáticos
realmente extensa, pero sigue siendo dentro del medio nacional del fútbol un
equipo nuevo, poco apreciado por los medios de difusión y los cronistas que se
concentran en la ciudad de México. En contraste, la empresa cervecera Modelo lo
compra en 1994 y lo convierte en un instrumento de mercadotecnia muy efectivo invirtiéndole
dinero en grande. No hay ningún otro asunto, fenómeno o tema regional que tenga
más espacios de difusión que el Santos-Laguna. Cada semana una cantidad absurda
de programas en radio, televisión y secciones deportivas de los medios
impresas, saturan a la sociedad regional con una propaganda atiborrante.
Aislados y satanizados aparecen por ahí uno o dos críticos; aquellos que
analizan el comportamiento del equipo en las canchas sin estar en la nómina de
la empresa Modelo o en sus contratos de publicidad, aunque si pueden estar en
los contratos de la empresa cervecera de la competencia.
Con los publicistas oficiales el
Santos-Laguna ni perdiendo pierde, bajo el argumento de que “hay que ser
guerreros de corazón hasta la muerte”. Si el equipo está en un barranco, como
lo estuvo en la fase de semifinales del torneo que acaba de concluir, hay que
esperar “el milagro de la remontada”. “Vamos por la remontada” rezan los
titulares de los diarios y los programas pagados por la cervecera, aunque todos
sepan que el torneo ha terminado y están irremediablemente perdidos, pero hay
que seguir vendiendo la imagen del equipo pase lo que pase, esa es la línea y
hay que seguirla como un soldado. Algunos, muchos, se firman como periodistas,
lo que debería obligarles al menos un poco a ser veraces, pero no, finalmente
hay que actuar como publicistas que promocionan hasta milagros.