miércoles, 1 de enero de 2014

La Laguna y el cambio climático

Por: La Redacción/Agencias
     Ante el desastre natural que han dejado los huracanes “Manuel” e “Ingrid” a su paso por una gran parte
del territorio del país, hay consternación en una parte de la población que se solidariza; simplemente curiosidad informativa en otra parte e indiferencia en sectores muy amplios que no solo se vieron afectados sino beneficiados, como es el caso de la región lagunera, que aseguró el próximo ciclo agrícola primavera-verano al acumularse suficiente agua en la presa Lázaro Cárdenas, ubicada en la serranía del estado de Durango.
     De fondo no hay un cuestionamiento serio sobre lo que está sucediendo con el clima del país y en general del planeta; se piensa que el clima es algo que se seguirá dando de manera natural; algo que no puede alterarse de manera catastrófica y crear condiciones adversas para la vida humana, en resumen no existe una conciencia ecológica para el cuidado del planeta ni una información indispensable sobre las consecuencias devastadoras de la acción humana sobre el clima actual del que gozamos.
   Hay un cambio climático global que se da por cuestiones naturales en la tierra, como es el hecho de que esta se traslada  alrededor del sol, dando lugar a lo que llamamos las estaciones del año. La tierra también rota, por lo que se producen el día y la noche, entre otros fenómenos. Cambios en la energía del Sol, así como en la rotación, en la órbita o en la inclinación de la tierra, han producido y producirán cambios climáticos naturales en todo el planeta, por ejemplo la última glaciación ocurrió hace miles de años, presentándose el máximo de enfriamiento en el periodo comprendido de 18 mil a 24 mil años atrás. Debido a ese enfriamiento, se acumuló hielo en los continentes y entonces el nivel del mar bajó unos 130 metros del nivel actual (entre dos glaciaciones). La próxima glaciación es probable que ocurra en varios miles de años, lo que traerá consigo cambios climáticos muy drásticos, totalmente desconocidos por la humanidad.
   Pero también existe un cambio climático global por actividades humanas. Este cambio se asocia en el planeta desde la llamada Revolución Industrial. Desde esa época hasta nuestros días, los procesos industriales se desarrollan básicamente quemando combustibles fósiles (petróleo, gas y sus derivados, como la gasolina). Los gases producidos por estas actividades se liberan a la atmósfera y cambian su composición.
    También desde hace más de 100 años se ha dado un proceso acelerado de pérdida de bosques y vegetación en regiones muy amplias del nuestro planeta. Por ejemplo, se calcula que México ha perdido por lo menos la mitad de sus bosques desde la época colonial hasta nuestros días. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), México ha talado 6.3 millones de hectáreas de sus bosques, ocupando el segundo lugar en América Latina en destrucción forestal (el primer lugar lo tiene Brasil).
    La combinación de estos dos procesos ha convencido a la mayoría de los científicos de todos los países del mundo que se está produciendo un cambio en el clima planetario, cuyos efectos se han observado y seguramente se observarán, no en millones de años (como el caso del cambio climático natural), sino en decenas a cientos de años.
TIERRA, MARTE Y VENUS, ORIGEN COMUN
    La atmósfera de la Tierra, como las atmósferas de Venus y Marte, tienen un origen común. Estos planetas se crearon casi al mismo tiempo. Sin embargo, la atmósfera de la Tierra fue cambiando gradualmente gracias a que en ella se originó la vida.
    En las atmósferas de Venus, la Tierra y Marte se presenta el proceso que se llama Efecto Invernadero. Este efecto resulta de la interacción de la energía que proviene del Sol con algunos de los gases de cada una de esas atmósferas.
    La atmósfera de Venus está compuesta principalmente de bióxido de carbono, nitrógeno y nubes de ácido sulfúrico. Por su parte, la atmósfera de Marte está formada básicamente por bióxido de carbono y nitrógeno.
    Lo que más abunda en los planetas hermanos es bióxido de carbono (que es un gas de efecto invernadero), mientras que en la Tierra ese gas está presente en cantidades mínimas. Otra diferencia importante  entre nosotros  y esos planetas es que en la Tierra hay una gran cantidad de oxígeno en la atmósfera. Este gas es producto directo de la actividad de las plantas y algas en el planeta.
    Estos gases interactúan con la energía que proviene del Sol, para dar por resultado que la superficie de los planetas se caliente.
    Venus, que se encuentra más cerca del Sol que la Tierra y que cuenta con una atmósfera de bióxido de carbono, tiene una temperatura en su superficie de más de 470 grados centígrados. Este planeta tiene un efecto invernadero desbocado, es como un horno.
    Marte, que se encuentra más lejos del Sol que la Tierra, tiene una temperatura en su superficie de -55 grados centígrados, aunque también tiene una atmósfera llena de bióxido de carbono. No le alcanza el efecto invernadero para calentar su superficie a un nivel en el que se pueda desarrollar la vida como en la tierra. Es como un gran refrigerador.
    La Tierra, que se encuentra entre los dos planetas, tiene mucho menos bióxido de carbono en su atmósfera, además de contar con el vapor de agua. Su posición y su composición permiten que el efecto invernadero le otorgue una temperatura en su superficie de alrededor de 15 grados centígrados, un paraíso para las formas vivientes que conocemos.
    ¿Qué sucedería si aumentamos indiscriminadamente la cantidad de bióxido de carbono en la atmósfera terrestre? Esto, que suena a un experimento de ciencia ficción, ha venido ocurriendo desde la Revolución Industrial, y cada vez más intensamente.
    Para algunos historiadores la revolución industrial se inició en 1890; desde entonces hasta 1990, la cantidad de bióxido de carbono en el planeta  ha aumentado en un 30%. ¿Qué hace el planeta con ese exceso? Pues además de calentarse, trata de redistribuir la energía que ya no puede liberar al espacio. En este proceso, se calienta la superficie terrestre y marina, aumenta el nivel del mar, hay cambios en los patrones de lluvia, y eventualmente pueden aumentar las ondas de calor y otros eventos climáticos que afectan a la sociedad y a las diversas especies animales y vegetales.
    La Tierra se ha calentado en los últimos 100 años alrededor de medio grado Celsius. De seguir esta tendencia, para el año 2100 el planeta se calentaría entre 1.4 y 5.8 grados Celsius, aumentaría con ello el nivel del mar, cambiando los patrones de lluvia y aumentando los eventos climáticos como las ondas de calor, las lluvias torrenciales y las sequías, por ejemplo.
    Los últimos estudios científicos realizados para México indican que los impactos posibles de ese cambio climático pueden ser considerables. En el llamado Estudio de País, México (1994-1996) se concluyó que México es y será muy vulnerable al cambio climático. El comportamiento del clima en las últimas dos décadas lo ha venido a demostrar.
     La agricultura de temporal (que depende de las lluvias del verano) sería fuertemente afectada; el agua disponible (de por si escasa) será más peleada entre las ciudades, los cultivos y las industrias; los bosques, particularmente nuestros bosques templados, podrán verse reducidos al no tener las condiciones climáticas adecuadas para su desarrollo. En fin, el panorama no es alentador si no se toman medidas drásticas para prevenir el futuro del país
LA LAGUNA, UN BALANCE DESASTROSO
     La región lagunera se encuentra ubicada en el llamado Desierto de Chihuahua, en consecuencia su equilibrio ecológico es muy frágil a los excesos de la acción humana. El problema más crítico es el agua, seguido de la generación de desechos tóxicos y gases por combustión.
    Desde los años treinta, cuando se da de manera ya más intensa la agricultura, no se dio una planeación adecuada de la misma. Inicialmente el cultivo algodonero y de otros productos como uva, hortalizas y frutas generaba un consumo de agua equilibrado a la disposición del recurso, el cual procede de la serranía de Durango a través del Rio Nazas.
    En los años cincuenta se dan dos fenómenos que serían desastrosos en las décadas siguientes: la introducción del cultivo de forrajes para la alimentación de ganado, a través de la explotación de los acuíferos subterráneos, y un pésima planeación e ineficiencia en el uso del agua para el uso doméstico en las ciudades.
    Sesenta años después los acuíferos se encuentran sobreexplotados y contaminados; el abasto del agua en las ciudades es insuficiente e ineficiente, al grado de que existe escasez de agua para el consumo humano. Por añadidura, el aire en la zona conurbada Torreón-Gómez Palacio-Lerdo registra niveles de contaminación por partículas suspendidas muy altos; inaceptables para la salud humana.
     En principio las reservas de aguas subterráneas debieron ser administradas básicamente para el consumo humano, no para el cultivo intensivo de forrajes, mientras que la agricultura en general debió ser planeada en base a la disposición de la cantidad de agua que se recibe a través de las presas ubicadas en el estado de Durango (la Lázaro Cárdenas y la Francisco Zarco), lo que habría mantenido un equilibrio.
     Ante el desastre que se vive con el mal manejo de las reservas del agua y la disposición de la misma para cubrir las necesidades humanas, industriales y agrícolas, los gobiernos federales, a través de dependencias como la CONAGUA, han sido incompetentes y corruptos. Por su parte los gobiernos estatales y los municipales han mostrado también incompetencia en la administración del agua en las ciudades y los distritos agrícolas. El resultado inmediato es la corrupción, la ineficiencia y la ineficacia de los organismos encargados de administrar el agua potable para la población y, por consecuencia, la nula intervención para ordenar la actividad agrícola de la región, que se ha vuelto básicamente predadora del medio ambiente y está manejada por un reducido grupo de empresas ganaderas y agricultores.
DURANGO, LA DESTRUCCION DEL BOSQUE
    Además de las acciones propias que han devastado al medio ambiente, los laguneros tienen un problema sumamente grave que no está en sus manos: la destrucción de los bosques de la zona serrana de Durango, de donde proviene toda el agua que surte a la región.
    En los últimos 20 años más de 15 mil hectáreas de bosque fueron taladas y el Inventario Nacional Forestal, de la Secretaría del Medio Ambiente Recursos Naturales y Pesca (SEMARNAP), estableció desde el año 2000 que en el estado de Durango había un total de 872 mil 094 hectáreas de áreas dañadas, que tardarían por lo menos un siglo en recuperarse, siempre y cuando se tomaran las medidas de remediación adecuadas, lo que no sucedió, continuando la explotación extensiva del bosque y la extracción ilícita de madera por parte de taladores particulares.
    Como consecuencia de la destrucción del bosque, la cuenca alta del Rio Nazas se encuentra ya alterada y muestra cambio en los suelos, daño irreversible en su flora y fauna y alteración de los padrones de comportamiento de las lluvias en la última década.
     Ante esta situación los laguneros permanecen indiferentes, ajenos, como si el agua que llega de la serranía fuera a seguir llegando de manera indefinida, natural, cuando el ecosistema ha sido dañado gravemente. En Durango no existe tampoco una conciencia de lo que significa la destrucción del bosque, que ha beneficiado a un reducido número de empresas madereras y procesadoras de productos derivados, con la complacencia y la corrupción de los gobiernos federales y estatales. Destruir el bosque se volvió una especie de tradición dentro de un sistema de explotación económica irresponsable. Si en los años cincuenta se hubieran establecidos normas y sistemas adecuados de explotación del bosque hoy existiría un equilibrio entre la explotación y la reposición de las reservas forestales.
    A la fecha, no existe ningún plan emergente de ordenamiento de la explotación de las reservas de agua en La Laguna, como tampoco un plan emergente para detener la destrucción de lo que queda del bosque, el cual se ha visto afectado adicionalmente por plagas y enfermedades fitosanitarias debido al cambio del padrón de lluvias. El panorama es realmente desalentador, crítico, tanto en región lagunera como en las serranías de Durango.