Por: La Redacción/Agencias

De fondo no hay
un cuestionamiento serio sobre lo que está sucediendo con el clima del país y
en general del planeta; se piensa que el clima es algo que se seguirá dando de
manera natural; algo que no puede alterarse de manera catastrófica y crear
condiciones adversas para la vida humana, en resumen no existe una conciencia
ecológica para el cuidado del planeta ni una información indispensable sobre
las consecuencias devastadoras de la acción humana sobre el clima actual del que
gozamos.
Hay un cambio climático global que se da
por cuestiones naturales en la tierra, como es el hecho de que esta se
traslada alrededor del sol, dando lugar
a lo que llamamos las estaciones del año. La tierra también rota, por lo que se
producen el día y la noche, entre otros fenómenos. Cambios en la energía del
Sol, así como en la rotación, en la órbita o en la inclinación de la tierra,
han producido y producirán cambios climáticos naturales en todo el planeta, por
ejemplo la última glaciación ocurrió hace miles de años, presentándose el
máximo de enfriamiento en el periodo comprendido de 18 mil a 24 mil años atrás.
Debido a ese enfriamiento, se acumuló hielo en los continentes y entonces el
nivel del mar bajó unos 130 metros del nivel actual (entre dos glaciaciones).
La próxima glaciación es probable que ocurra en varios miles de años, lo que
traerá consigo cambios climáticos muy drásticos, totalmente desconocidos por la
humanidad.
Pero también existe un cambio climático global por
actividades humanas. Este cambio se asocia en el planeta desde la llamada
Revolución Industrial. Desde esa época hasta nuestros días, los procesos
industriales se desarrollan básicamente quemando combustibles fósiles
(petróleo, gas y sus derivados, como la gasolina). Los gases producidos por
estas actividades se liberan a la atmósfera y cambian su composición.
También desde hace
más de 100 años se ha dado un proceso acelerado de pérdida de bosques y
vegetación en regiones muy amplias del nuestro planeta. Por ejemplo, se calcula
que México ha perdido por lo menos la mitad de sus bosques desde la época
colonial hasta nuestros días. Según el Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (PNUMA), México ha talado 6.3 millones de hectáreas de sus
bosques, ocupando el segundo lugar en América Latina en destrucción forestal
(el primer lugar lo tiene Brasil).
La combinación de
estos dos procesos ha convencido a la mayoría de los científicos de todos los
países del mundo que se está produciendo un cambio en el clima planetario,
cuyos efectos se han observado y seguramente se observarán, no en millones de
años (como el caso del cambio climático natural), sino en decenas a cientos de
años.
TIERRA, MARTE Y VENUS, ORIGEN COMUN
La atmósfera de la
Tierra, como las atmósferas de Venus y Marte, tienen un origen común. Estos
planetas se crearon casi al mismo tiempo. Sin embargo, la atmósfera de la
Tierra fue cambiando gradualmente gracias a que en ella se originó la vida.
En las atmósferas
de Venus, la Tierra y Marte se presenta el proceso que se llama Efecto Invernadero. Este efecto resulta
de la interacción de la energía que proviene del Sol con algunos de los gases
de cada una de esas atmósferas.
La atmósfera de
Venus está compuesta principalmente de bióxido de carbono, nitrógeno y nubes de
ácido sulfúrico. Por su parte, la atmósfera de Marte está formada básicamente
por bióxido de carbono y nitrógeno.
Lo que más abunda
en los planetas hermanos es bióxido de carbono (que es un gas de efecto
invernadero), mientras que en la Tierra ese gas está presente en cantidades
mínimas. Otra diferencia importante
entre nosotros y esos planetas es
que en la Tierra hay una gran cantidad de oxígeno en la atmósfera. Este gas es
producto directo de la actividad de las plantas y algas en el planeta.
Estos gases
interactúan con la energía que proviene del Sol, para dar por resultado que la
superficie de los planetas se caliente.
Venus, que se encuentra más cerca del
Sol que la Tierra y que cuenta con una atmósfera de bióxido de carbono, tiene
una temperatura en su superficie de más de 470 grados centígrados. Este planeta
tiene un efecto invernadero desbocado, es
como un horno.
Marte, que se encuentra más lejos del
Sol que la Tierra, tiene una temperatura en su superficie de -55 grados
centígrados, aunque también tiene una atmósfera llena de bióxido de carbono. No
le alcanza el efecto invernadero para calentar su superficie a un nivel en el
que se pueda desarrollar la vida como en la tierra. Es como un gran refrigerador.
La Tierra, que se
encuentra entre los dos planetas, tiene mucho menos bióxido de carbono en su
atmósfera, además de contar con el vapor de agua. Su posición y su composición
permiten que el efecto invernadero le otorgue una temperatura en su superficie
de alrededor de 15 grados centígrados, un paraíso para las formas vivientes que
conocemos.
¿Qué sucedería si
aumentamos indiscriminadamente la cantidad de bióxido de carbono en la
atmósfera terrestre? Esto, que suena a un experimento de ciencia ficción, ha
venido ocurriendo desde la Revolución Industrial, y cada vez más intensamente.
Para algunos
historiadores la revolución industrial se inició en 1890; desde entonces hasta
1990, la cantidad de bióxido de carbono en el planeta ha aumentado en un 30%. ¿Qué hace el planeta
con ese exceso? Pues además de calentarse, trata de redistribuir la energía que
ya no puede liberar al espacio. En este proceso, se calienta la superficie
terrestre y marina, aumenta el nivel del mar, hay cambios en los patrones de
lluvia, y eventualmente pueden aumentar las ondas de calor y otros eventos
climáticos que afectan a la sociedad y a las diversas especies animales y
vegetales.
La Tierra se ha
calentado en los últimos 100 años alrededor de medio grado Celsius. De seguir
esta tendencia, para el año 2100 el planeta se calentaría entre 1.4 y 5.8
grados Celsius, aumentaría con ello el nivel del mar, cambiando los patrones de
lluvia y aumentando los eventos climáticos como las ondas de calor, las lluvias
torrenciales y las sequías, por ejemplo.
Los últimos
estudios científicos realizados para México indican que los impactos posibles
de ese cambio climático pueden ser considerables. En el llamado Estudio de
País, México (1994-1996) se concluyó que México es y será muy vulnerable al
cambio climático. El comportamiento del clima en las últimas dos décadas lo ha
venido a demostrar.
La agricultura de
temporal (que depende de las lluvias del verano) sería fuertemente afectada; el
agua disponible (de por si escasa) será más peleada entre las ciudades, los
cultivos y las industrias; los bosques, particularmente nuestros bosques
templados, podrán verse reducidos al no tener las condiciones climáticas
adecuadas para su desarrollo. En fin, el panorama no es alentador si no se toman
medidas drásticas para prevenir el futuro del país
LA LAGUNA, UN BALANCE DESASTROSO
La región
lagunera se encuentra ubicada en el llamado Desierto de Chihuahua, en
consecuencia su equilibrio ecológico es muy frágil a los excesos de la acción
humana. El problema más crítico es el agua, seguido de la generación de
desechos tóxicos y gases por combustión.
Desde los años
treinta, cuando se da de manera ya más intensa la agricultura, no se dio una
planeación adecuada de la misma. Inicialmente el cultivo algodonero y de otros
productos como uva, hortalizas y frutas generaba un consumo de agua equilibrado
a la disposición del recurso, el cual procede de la serranía de Durango a
través del Rio Nazas.
En los años
cincuenta se dan dos fenómenos que serían desastrosos en las décadas
siguientes: la introducción del cultivo de forrajes para la alimentación de
ganado, a través de la explotación de los acuíferos subterráneos, y un pésima
planeación e ineficiencia en el uso del agua para el uso doméstico en las
ciudades.
Sesenta años
después los acuíferos se encuentran sobreexplotados y contaminados; el abasto
del agua en las ciudades es insuficiente e ineficiente, al grado de que existe
escasez de agua para el consumo humano. Por añadidura, el aire en la zona
conurbada Torreón-Gómez Palacio-Lerdo registra niveles de contaminación por
partículas suspendidas muy altos; inaceptables para la salud humana.
En principio las
reservas de aguas subterráneas debieron ser administradas básicamente para el
consumo humano, no para el cultivo intensivo de forrajes, mientras que la
agricultura en general debió ser planeada en base a la disposición de la
cantidad de agua que se recibe a través de las presas ubicadas en el estado de
Durango (la Lázaro Cárdenas y la Francisco Zarco), lo que habría mantenido un
equilibrio.
Ante el desastre
que se vive con el mal manejo de las reservas del agua y la disposición de la
misma para cubrir las necesidades humanas, industriales y agrícolas, los
gobiernos federales, a través de dependencias como la CONAGUA, han sido
incompetentes y corruptos. Por su parte los gobiernos estatales y los
municipales han mostrado también incompetencia en la administración del agua en
las ciudades y los distritos agrícolas. El resultado inmediato es la
corrupción, la ineficiencia y la ineficacia de los organismos encargados de
administrar el agua potable para la población y, por consecuencia, la nula
intervención para ordenar la actividad agrícola de la región, que se ha vuelto
básicamente predadora del medio ambiente y está manejada por un reducido grupo
de empresas ganaderas y agricultores.
DURANGO, LA DESTRUCCION DEL BOSQUE
Además de las
acciones propias que han devastado al medio ambiente, los laguneros tienen un
problema sumamente grave que no está en sus manos: la destrucción de los
bosques de la zona serrana de Durango, de donde proviene toda el agua que surte
a la región.
En los últimos 20
años más de 15 mil hectáreas de bosque fueron taladas y el Inventario Nacional
Forestal, de la Secretaría del Medio Ambiente Recursos Naturales y Pesca
(SEMARNAP), estableció desde el año 2000 que en el estado de Durango había un
total de 872 mil 094 hectáreas de áreas dañadas, que tardarían por lo menos un
siglo en recuperarse, siempre y cuando se tomaran las medidas de remediación
adecuadas, lo que no sucedió, continuando la explotación extensiva del bosque y
la extracción ilícita de madera por parte de taladores particulares.
Como consecuencia
de la destrucción del bosque, la cuenca alta del Rio Nazas se encuentra ya
alterada y muestra cambio en los suelos, daño irreversible en su flora y fauna
y alteración de los padrones de comportamiento de las lluvias en la última
década.
Ante esta
situación los laguneros permanecen indiferentes, ajenos, como si el agua que
llega de la serranía fuera a seguir llegando de manera indefinida, natural,
cuando el ecosistema ha sido dañado gravemente. En Durango no existe tampoco
una conciencia de lo que significa la destrucción del bosque, que ha
beneficiado a un reducido número de empresas madereras y procesadoras de
productos derivados, con la complacencia y la corrupción de los gobiernos
federales y estatales. Destruir el bosque se volvió una especie de tradición
dentro de un sistema de explotación económica irresponsable. Si en los años
cincuenta se hubieran establecidos normas y sistemas adecuados de explotación
del bosque hoy existiría un equilibrio entre la explotación y la reposición de
las reservas forestales.
A la fecha, no
existe ningún plan emergente de ordenamiento de la explotación de las reservas
de agua en La Laguna, como tampoco un plan emergente para detener la destrucción
de lo que queda del bosque, el cual se ha visto afectado adicionalmente por
plagas y enfermedades fitosanitarias debido al cambio del padrón de lluvias. El
panorama es realmente desalentador, crítico, tanto en región lagunera como en
las serranías de Durango.