jueves, 1 de mayo de 2014

Editorial Mayo

El poder y la avaricia
     El PAN duró más de cincuenta años en llegar al poder y su principal bandera electoral era la honestidad,
frente al viejo partido que, al paso de las décadas, se fue corrompiendo cada vez más, aunque la corrupción se convirtió en toda una subcultura de la sociedad mexicana, algo que es difícil de aceptar pero es una realidad.
    En Coahuila el panismo de última hora, especialmente en la región lagunera, está compuesto por una generación joven que tiene una extracción social de clase media, con estudios universitarios, católicos de religión y miembros de familias que se hicieron a base de un gran esfuerzo personal. Se pensaría que el perfil general debe ser de honestidad y de aspiraciones personales de cierta frugalidad, pero no: los muchachos de clase media quieren convertirse en señores de clase alta, solo que sin construir empresas y a base de entrar al mundo de la corrupción política y gubernamental.
    En la presente edición Revista de Coahuila recoge el testimonio de uno de esos muchachos de clase media que ingresaron al PAN pensando en cambiar las instituciones públicas, pero que a la vuelta de los dos sexenios federales del panismo, se encuentran con que algunos miembros del partido han caído en prácticas que parecen salidas de los periodos gubernamentales de Luis Echeverría y de José López Portillo.
     Prácticas corruptas en el manejo del partido y en las instituciones públicas que dirigieron durante los años anteriores les han permitido, ante los ojos de una clientela político-electoral desilusionada, construir lujosas mansiones, comprar ranchos, invertir en empresas a través de familiares y prestanombres y vivir, con absoluto desenfado, muy, muy lejos de la sana medianía que recomendaba el viejo panismo, inspirado en la máxima de uno de sus antihéroes pero un prócer de la patria: Benito Juárez.
    Ya en los años anteriores se venían dando señalamientos de enriquecimiento inexplicable en gentes como Guillermo Anaya Llamas, pero a partir del gobierno calderonista las amarras de la prudencia se desataron para darle paso a un enriquecimiento que se ha vuelto ostentoso e inocultable, por más que haya impunidad y no se dé ningún proceso de investigación e inclusive una muy pobre crítica, porque se considera que el problema de la corrupción era un patrimonio exclusivo del priismo, lo que lamentablemente es parte del pasado.

    La corrupción llegó a la oposición en el momento en que asumió el poder, y bien dice el viejo dicho popular de que nadie es honrado hasta que lo demuestra frente al cajón abierto.