El poder y la avaricia

En Coahuila el panismo de última hora,
especialmente en la región lagunera, está compuesto por una generación joven
que tiene una extracción social de clase media, con estudios universitarios,
católicos de religión y miembros de familias que se hicieron a base de un gran
esfuerzo personal. Se pensaría que el perfil general debe ser de honestidad y
de aspiraciones personales de cierta frugalidad, pero no: los muchachos de
clase media quieren convertirse en señores de clase alta, solo que sin
construir empresas y a base de entrar al mundo de la corrupción política y
gubernamental.
En la presente edición Revista de Coahuila
recoge el testimonio de uno de esos muchachos de clase media que ingresaron al
PAN pensando en cambiar las instituciones públicas, pero que a la vuelta de los
dos sexenios federales del panismo, se encuentran con que algunos miembros del
partido han caído en prácticas que parecen salidas de los periodos gubernamentales
de Luis Echeverría y de José López Portillo.
Prácticas corruptas en el manejo del
partido y en las instituciones públicas que dirigieron durante los años
anteriores les han permitido, ante los ojos de una clientela político-electoral
desilusionada, construir lujosas mansiones, comprar ranchos, invertir en
empresas a través de familiares y prestanombres y vivir, con absoluto
desenfado, muy, muy lejos de la sana medianía que recomendaba el viejo panismo,
inspirado en la máxima de uno de sus antihéroes pero un prócer de la patria:
Benito Juárez.
Ya en los años anteriores se venían dando
señalamientos de enriquecimiento inexplicable en gentes como Guillermo Anaya
Llamas, pero a partir del gobierno calderonista las amarras de la prudencia se
desataron para darle paso a un enriquecimiento que se ha vuelto ostentoso e
inocultable, por más que haya impunidad y no se dé ningún proceso de
investigación e inclusive una muy pobre crítica, porque se considera que el
problema de la corrupción era un patrimonio exclusivo del priismo, lo que
lamentablemente es parte del pasado.
La corrupción llegó a la oposición en el
momento en que asumió el poder, y bien dice el viejo dicho popular de que nadie
es honrado hasta que lo demuestra frente al cajón abierto.