domingo, 1 de junio de 2014

Editorial Junio

El Torreón olvidado
     El estallido de violencia que se da en Torreón y en toda la región lagunera a partir del 2007 llevó a la
sociedad regional a preguntarse ¿Por qué? La respuesta es compleja porque en ella intervienen factores externos a la región, principalmente el arribó de organizaciones del crimen organizado que llegan a pelearse el territorio y desatan un enfrentamiento sangriento, inusitado y totalmente nuevo para la vida regional, pero ese arribo de las bancas criminales no hubiera tenido el impacto que tuvo si no existieran en las ciudades laguneras condiciones de extrema desigualdad social; sector completos de las ciudades perdidos, abandonados, no ahora, sino desde la fundación misma, lo que les vuelve, por lo viejo, más dolorosos.
    Entre esos sectores destacó el poniente de Torreón, donde, desde que se realizó el trazo de la ciudad a partir de la cual se da su crecimiento fundacional, fueron relegados los desposeídos; los peones; los sin tierra; los que no caben dentro de la nueva urbanización y tienen que buscar un lugar en los cerros para edificar chozas con materiales de desecho. Fue así que se puebla toda esa zona de la ciudad y crece con el paso de los años en un ambiente de miseria económica y, poco a poco, de desintegración social.
    Para el crimen organizado aquello fue un ambiente enteramente propicio para penetrar y arraigarse, convirtiendo las colonias de los cerros en territorios inexpugnables aún para las autoridades gubernamentales y las fuerzas de seguridad.
    Lo mismo sucedió en otras zonas de pobreza del oriente de Torreón y otros sectores de Gómez Palacio y Lerdo, pero el oriente se convierte en un caso especial, según lo reconocen hasta hoy los propios gobiernos municipales y estatales. La pobreza extrema y la marginación cobro finalmente un precio muy alto a los propios habitantes de esa zona, pero también a la sociedad lagunera en su conjunto. Desde ese territorio el crimen organizado opera y se extiende por todas las zonas de la ciudad donde se le permite, expandiendo el problema va viejo del narcomenudeo, que se vuelve un negocio grande y todas las demás formas de delincuencia que generan dinero.
    En medio de este escenario de violencia y miseria, son los jóvenes y los niños quienes llevan la peor parte, porque son los primeros que sufren las consecuencias del rompimiento del tejido social, del narcomenudeo y del reclutamiento criminal. Toda una generación que puede ver cancelado su futuro si no hay una intervención social y gubernamental que rompa el círculo vicioso y propicie una dinámica de integración y de reinserción por medio de la educación, la cultura, la recreación y el empleo.

    Es doloroso aceptarlo para muchas conciencias, pero gran parte de lo que pasa es el resultado de una sociedad que ha crecido con una grave desigualdad social; que ha marginado a sectores completos que se desarrollaron sin alternativas de una vida más digna y honesta.