domingo, 1 de junio de 2014

El primer gran héroe de acción. El Santo y su conversión en fenómeno de masas

Por: Daniel Herrera

Para entender el fenómeno de masas que representa El Santo tal vez podríamos partir del final. El 6 de febrero de 1984 el  Alarma! anunciaba con un encabezado lleno de pesar y ocurrencia: “Se nos fue El Santo al cielo”. Debajo seguía una explicación todavía más bella: “San Pedro le aplicó sus llaves (ahora) luchará contra el mal en el más allá".
Era el fin de una etapa heroica, el fin del gran héroe de acción de masas mexicano. Murió con la máscara y las botas puestas mientras salvaba al “Pelón” Solares de las garras de unos locos maniáticos en el foro del teatro Blanquita.
Su sepelio fue masivo, miles de personas se presentaron en Mausoleos del Ángel para despedir, ovacionar y recordarlo con el grito que lo elevó al rango de inmaculado héroe nacional: “¡Santo, Santo, Santo!”
Dos años antes se había retirado del cuadrilátero, en una monumental función el domingo cinco de septiembre de 1982 compartiendo cartel con El Huracán Ramírez, El Gran Hamada, Leopardo Negro, el Charro de Jalisco y Rocambole. También fue el año de su última película, La furia de los karatecas. Los karatecas fueron un grupo más de enemigos que el Santo enfrentó por 20 años y 56 películas: marcianos, sacerdotisas vudús, zombies, hombres lobo, vampiros, fantasmas, médicos asesinos, científicos locos y una larga lista de malvados enemigos que atacarían al héroe enmascarado de la forma más vil y repugnante.
La vida de Rodolfo Guzmán Huerta, quien después elegiría el nombre de El Santo, es fácil de encontrar en la red. Desde su nacimiento en 1917, en Tulancingo, México, pasando por su niñez, donde él y sus hermanos se dedican a diferentes deportes hasta la decisión de ser un luchador profesional como medio de subsistencia. Sus primeras luchas, en compañía de su hermano, y nombrándose Rudy Guzmán. Su inicios sin suerte, hasta el uso de la máscara plateada y el cambio de nombre a El Santo. Su conversión de rudo a técnico, su gran victoria contra Black Shadow y la elevación de un simple luchador a ídolo del pancracio.
Este éxito podría quedarse en el ámbito de la lucha libre sino fuera porque a principios de los cuarenta, el dibujante José G. Cruz comienza la serie “Santo, el Enmascarado de Plata” y el luchador se adentra en las movedizas tierras de la cultura de masas.
El siguiente paso, por lógica social y económica, era el cine. En 1958, a los 41 años, Santo filma su primera película en Cuba, a unos días de la revolución cubana. En adelante, casi todos los años, el luchador convertido en actor, participa en diferentes películas como protagonista o impulsando la carrera cinematográfica de otros luchadores. 53 películas de bajo presupuesto, influenciadas por el cine de serie B estadounidense y creadas para un público poco exigente que se divertía con las escenas más extravagantes del cine nacional.
Antes de continuar habrá que hacer algunas observaciones. El cine de luchadores mexicano tiene una identidad propia. No es adaptable ni tampoco se puede elevar a un rango intelectual. El ritmo, el estilo, la iluminación, la ambientación, el sonido, el concepto en general no se encuentra en ningún otro país. Tal vez es tan malo y defectuoso que es imposible imitar. Tampoco se puede analizar desde la intelectualidad porque es un cine sin pretensiones artísticas, su intención es entretener y divertir. Es por eso que Monsiváis y sus acólitos se equivocan, esto no es arte. Su finalidad es ganar dinero, pero la maquinaria de comercialización apenas se encontraba en pañales. Daba sus primeros pasos hacia la venta en masa que existe en la actualidad. Esta inexperiencia permitió las creaciones cinematográficas de su momento. Por otro lado, muchas de estas películas estaban dirigidas a los niños. Ese público, fascinado por las naves de cartón, las máscaras de plástico, las computadoras falsas, únicamente necesitaba un dulce cinematográfico de fantasía y acción, aunque este estuviera completamente fuera de la realidad. Además, contaban con el extra de que el fin de semana podían ver a sus héroes en vivo.
Finalmente, es una creación que comenzó como copia del cine barato Hollywoodense, para terminar en un estilo propio que alcanzó otros países. El cine de luchadores logró espacios en Sudamérica, Europa, Asia e incluso Turquía. De hecho, existe una película turca de 1973 en donde El Santo, interpretado por un popular actor turco, y el Capitán América se enfrentan a un malévolo Hombre Araña.
El icono Santo logró su predominancia gracias a adaptarse inteligentemente a su momento histórico. Su personaje era bondadoso; incorruptible; dispuesto a arriesgar su vida sin dudarlo un segundo; inteligente; más que católico, guadalupano; fuerte; galán, aunque con defectos. Por ejemplo, en una de sus cintas besó a Irma Serrano, “La Tigresa”. El Santo era millonario pero humilde; caballeroso, cuando se enfrentaba a las mujeres vampiro, nunca las golpeó, para eso había vampiros masculinos. Poseía casi todas las virtudes, excepto tener carisma al actuar, incluso su voz no era lo suficientemente expresiva así que el luchador movía la boca pero sabía que sería doblado, pronto ni siquiera se aprendía los parlamentos. Tal vez por eso hablaba poco y después de resolver el entuerto saltaba a su Jaguar descapotado y se alejaba a toda velocidad.
Auxiliado por otros personajes como científicos, doctores, arqueólogos, hechiceros y policías, las batallas que siempre ganaba gracias a ellos, eran alternadas por dos o tres luchas en el cuadrilátero. Estas secuencias eran grabadas en vivo, con el público aullando por su héroe favorito.
Además, todas las cintas tenían el atractivo femenino en poca ropa y en algunas ocasiones, como en El vampiro y el sexo, sin ropa, una película con escenas extrañísimas censuradas en México pero proyectadas en Europa y Estados Unidos

El Santo no solo era un ídolo popular, sino también un personaje importante para la identidad nacional. Es un personaje que se mueve de arriba a abajo y viceversa. Aunque fue creado por diferentes productores, fueron las masas quienes lo adoptaron como ídolo. Es de esta forma que se puede entender el cine de El Santo, sin prejuicios de izquierda intelectual o derecha conservadora. Una creación en conjunto, un héroe para los atrasados países tercermundistas.