Por: Daniel
Herrera

Era el
fin de una etapa heroica, el fin del gran héroe de acción de masas mexicano.
Murió con la máscara y las botas puestas mientras salvaba al “Pelón” Solares de
las garras de unos locos maniáticos en el foro del teatro Blanquita.
Su
sepelio fue masivo, miles de personas se presentaron en Mausoleos del Ángel
para despedir, ovacionar y recordarlo con el grito que lo elevó al rango de
inmaculado héroe nacional: “¡Santo, Santo, Santo!”
Dos
años antes se había retirado del cuadrilátero, en una monumental función el
domingo cinco de septiembre de 1982 compartiendo cartel con El Huracán Ramírez,
El Gran Hamada, Leopardo Negro, el Charro de Jalisco y Rocambole. También fue
el año de su última película, La furia de
los karatecas. Los karatecas fueron un grupo más de enemigos que el Santo
enfrentó por 20 años y 56 películas: marcianos, sacerdotisas vudús, zombies,
hombres lobo, vampiros, fantasmas, médicos asesinos, científicos locos y una
larga lista de malvados enemigos que atacarían al héroe enmascarado de la forma
más vil y repugnante.
La vida
de Rodolfo Guzmán Huerta, quien después elegiría el nombre de El Santo, es
fácil de encontrar en la red. Desde su nacimiento en 1917, en Tulancingo,
México, pasando por su niñez, donde él y sus hermanos se dedican a diferentes
deportes hasta la decisión de ser un luchador profesional como medio de
subsistencia. Sus primeras luchas, en compañía de su hermano, y nombrándose
Rudy Guzmán. Su inicios sin suerte, hasta el uso de la máscara plateada y el
cambio de nombre a El Santo. Su conversión de rudo a técnico, su gran victoria
contra Black Shadow y la elevación de un simple luchador a ídolo del pancracio.
Este
éxito podría quedarse en el ámbito de la lucha libre sino fuera porque a
principios de los cuarenta, el dibujante José G. Cruz comienza la serie “Santo,
el Enmascarado de Plata” y el luchador se adentra en las movedizas tierras de
la cultura de masas.
El
siguiente paso, por lógica social y económica, era el cine. En 1958, a los 41 años, Santo
filma su primera película en Cuba, a unos días de la revolución cubana. En
adelante, casi todos los años, el luchador convertido en actor, participa en
diferentes películas como protagonista o impulsando la carrera cinematográfica
de otros luchadores. 53 películas de bajo presupuesto, influenciadas por el
cine de serie B estadounidense y creadas para un público poco exigente que se
divertía con las escenas más extravagantes del cine nacional.
Antes
de continuar habrá que hacer algunas observaciones. El cine de luchadores
mexicano tiene una identidad propia. No es adaptable ni tampoco se puede elevar
a un rango intelectual. El ritmo, el estilo, la iluminación, la ambientación,
el sonido, el concepto en general no se encuentra en ningún otro país. Tal vez
es tan malo y defectuoso que es imposible imitar. Tampoco se puede analizar
desde la intelectualidad porque es un cine sin pretensiones artísticas, su
intención es entretener y divertir. Es por eso que Monsiváis y sus acólitos se
equivocan, esto no es arte. Su finalidad es ganar dinero, pero la maquinaria de
comercialización apenas se encontraba en pañales. Daba sus primeros pasos hacia
la venta en masa que existe en la actualidad. Esta inexperiencia permitió las
creaciones cinematográficas de su momento. Por otro lado, muchas de estas
películas estaban dirigidas a los niños. Ese público, fascinado por las naves
de cartón, las máscaras de plástico, las computadoras falsas, únicamente
necesitaba un dulce cinematográfico de fantasía y acción, aunque este estuviera
completamente fuera de la realidad. Además, contaban con el extra de que el fin
de semana podían ver a sus héroes en vivo.
Finalmente,
es una creación que comenzó como copia del cine barato Hollywoodense, para
terminar en un estilo propio que alcanzó otros países. El cine de luchadores
logró espacios en Sudamérica, Europa, Asia e incluso Turquía. De hecho, existe
una película turca de 1973 en donde El Santo, interpretado por un popular actor
turco, y el Capitán América se enfrentan a un malévolo Hombre Araña.
El
icono Santo logró su predominancia gracias a adaptarse inteligentemente a su
momento histórico. Su personaje era bondadoso; incorruptible; dispuesto a
arriesgar su vida sin dudarlo un segundo; inteligente; más que católico,
guadalupano; fuerte; galán, aunque con defectos. Por ejemplo, en una de sus
cintas besó a Irma Serrano, “La Tigresa”. El Santo era millonario pero humilde;
caballeroso, cuando se enfrentaba a las mujeres vampiro, nunca las golpeó, para
eso había vampiros masculinos. Poseía casi todas las virtudes, excepto tener
carisma al actuar, incluso su voz no era lo suficientemente expresiva así que
el luchador movía la boca pero sabía que sería doblado, pronto ni siquiera se
aprendía los parlamentos. Tal vez por eso hablaba poco y después de resolver el
entuerto saltaba a su Jaguar descapotado y se alejaba a toda velocidad.
Auxiliado
por otros personajes como científicos, doctores, arqueólogos, hechiceros y
policías, las batallas que siempre ganaba gracias a ellos, eran alternadas por
dos o tres luchas en el cuadrilátero. Estas secuencias eran grabadas en vivo,
con el público aullando por su héroe favorito.

El
Santo no solo era un ídolo popular, sino también un personaje importante para
la identidad nacional. Es un personaje que se mueve de arriba a abajo y
viceversa. Aunque fue creado por diferentes productores, fueron las masas
quienes lo adoptaron como ídolo. Es de esta forma que se puede entender el cine
de El Santo, sin prejuicios de izquierda intelectual o derecha conservadora.
Una creación en conjunto, un héroe para los atrasados países tercermundistas.