miércoles, 2 de abril de 2014

Gobiernos municipales y crimen organizado

Por: La redacción    

    La mayoría de los gobiernos municipales están imposibilitados para hacer frente, por sus propios medios, a las organizaciones del crimen organizado; son, de hecho, el eslabón más débil de la cadena y una de las causas principales que explica el grave problema de inseguridad que se vive al nivel de los estados y de las diferentes regiones y municipios tanto de Coahuila como de Durango.

    La región lagunera, ubicada por el Observatorio Nacional Ciudadano como la cuarta región más violenta del país, es un ejemplo de la problemática que enfrentan los municipios para poder hacer frente, por sus propios medios, a las organizaciones del crimen organizado que llevan a cabo la casi totalidad de los delitos de alto impacto: homicidio doloso, secuestro, extorsión, asalto a mano armada y robo de autos.
    De los más de 12 municipios que integran la región, solo Torreón, el más grande de ellos, cuenta con los recursos y la infraestructura para sostener una policía propia y certificada que, con la ayuda del gobierno estatal, el ejército y la Policía Federal, pueden participar activamente en las campañas y planes en contra de la inseguridad, pero esto significa un alto riesgo para el propio presidente municipal y para varios funcionarios de su administración.
    Los municipios medianos y pequeños no tienen los recursos suficientes, lo que los vuelve extremadamente vulnerables a las presiones de las organizaciones criminales, colocando a los alcaldes en una posición de riesgo casi semejante a la de cualquier otro ciudadano, además de impedir que cumplan con la función de asumir la seguridad de sus propios municipios.
    Las organizaciones del crimen tienen como una de sus características el ser estructuras con un alcance nacional, que rebasan inclusive el ámbito territorial de los estados, además de contar con recursos financieros, logísticos y de armamento muy superiores a los de cualquier entidad municipal, por lo menos en lo que hace a recursos financieros y de inteligencia, lo que les permite sujetar a los funcionarios municipales a la ley de “corrupción o plomo”; una disyuntiva que ordinariamente termina en la opción de la corrupción o, en el mejor de los casos, de la renuncia a la función gubernamental de aplicar la ley y ejercer la fuerza legítima sobre el crimen, lo que se traduce como impunidad para todas las operaciones de la delincuencia.
     Detrás de la estadísticas de la inseguridad, de la irritación ciudadana y de una cotidianidad que se esfuerza por cubrir las apariencias y continuar la vida diaria, no se puede pasar por alto que en el área metropolitana los municipios de Lerdo y Gómez Palacio, que conforman el grueso de la población de La Laguna de Durango, están desde el año antepasado sin policía propia y sin reclusorio, después de que las fuerzas federales indicaran la desaparición de las corporaciones municipales por estar bajo el control del crimen organizado, lo mismo que el reclusorio. Para cubrir la función de seguridad el ejército tomó el lugar de la policía, cumpliendo una función que en teoría no les compete por un tiempo que se supone limitado, en tanto se reconstruye, desde cero, una policía certificada y equipada, algo que se está manejando con demasiada lentitud en la opinión de los observadores, en buena medida por la pobre voluntad política del gobierno estatal que dirige Jorge Herrera Caldera, quien prefiere seguir recargando la responsabilidad en el ejército y en el apoyo de la Policía Federal, no obstante los alarmantes índices que se han registrado durante 2013 en Gómez Palacio y Lerdo en delitos de alto impacto como el robo con violencia y el robo de vehículos, además del secuestro y la extorsión.
   De hecho se han invertido 300 millones de pesos para construir las instalaciones del 72 regimiento de infantería del ejército, el cual se ubica en La Laguna de Durango, cuando ya en Torreón se localizan las instalaciones de la XI zona militar, que cubre a una región muy amplia de los estados de Coahuila, Durango y Chihuahua. El problema es que la solución al problema de la seguridad, de base, se encuentra al nivel de los propios municipios, más que de las estructuras militares y la policía federal, como lo demuestran muchas otras regiones del país. El caso más extremo es el estado de Michoacán, donde las estructurar gubernamentales del estado y los municipios se encuentran en gran parte en la ingobernabilidad, ante el caos que ha provocado una sola organización del crimen organizado.
LA DEBILIDAD DE LOS MUNICIPIOS
     La mayoría de los alcaldes de municipios chicos como San Pedro, Matamoros, Francisco I. Madero o Lerdo, desempeñan sus funciones  bajo la amenaza constante y personal del crimen organizado. Es algo cotidiano que reciban “advertencias” y amenazas directas para que no interfieran en las actividades delictivas a través de los pobres cuerpos policiacos, en caso de que estos existan. Casi todos optan por mantenerse al margen de los operativos de seguridad y colaboran con las autoridades estatales y federales solo a través de reuniones, en calidad de meros asistentes en el caso de que sean convocados. Ninguno de ellos dispone de un aparato de seguridad que lo proteja a él y a su familia en caso de que no atienda a las amenazas que se le hagan.
    Hay al menos un caso documentado de un alcalde que fue víctima de un asalto al salir de su casa en un fraccionamiento residencial ubicado al norponiente de la ciudad de Torreón, donde los delincuentes lo despojaron de su camioneta, aun después de haberse identificado como presidente municipal. No fue objeto de agresión física porque no opuso resistencia al asalto. Al momento de despojarlo los asaltantes se comunicaron con el cabecilla del grupo, quienes les dio la orden de seguir adelante.
    Si en los municipios chicos los gobiernos municipales y alcaldes se encuentran en condiciones de indefensión, en los municipios pequeños como Mapimí o Tlahualilo, por citar solo dos casos, no son ni tan siquiera tomados en cuenta por las organizaciones criminales, que pueden realizar cualquier tipo de actividad en sus territorios sin tener problemas de ninguna naturaleza con los pobrísimos y casi simbólicos cuerpos policiacos.
    El problema más grave para todos los alcaldes es contar con un cuerpo policiaco municipal que esté certificado en su confianza, libre de infiltraciones o, lo que es sumamente común, a disposición del propio crimen organizado, lo que es ya un avance muy importante, pues de otra manera se vive, literalmente, “con el enemigo en casa”, lo que es no solo extremadamente peligroso para la ciudanía sino para el propio alcalde y sus funcionarios.  Hay casos muy trágicos que ejemplifican el riesgo en que viven los alcaldes, algunos de los cuales pueden sufrir agresiones directas o inclusive perder la vida, como ya ha sucedido en el pasado inmediato.
      El caso de Gómez Palacio, un municipio mediano pero el segundo en importancia del estado de Durango, es un ejemplo de los niveles de corrupción a que pueden llegar los organismos policiacos y el riesgo que corren los propios alcaldes (la anterior alcaldesa, Rocío Rebollo, recibió un atentado en su propia casa aun cuando no había emprendido ninguna acción contra los intereses de las organizaciones criminales). El caso se repite en otros municipios medianos del estado de Coahuila pero a un nivel menos crítico.
     Según lo declaró a los medios antes de terminar su periodo, el anterior alcalde de Torreón, Eduardo Olmos Castro, cuando asumió el cargo se encontró con un cuerpo policiaco completamente infiltrado, donde los mandos medios le pedían la cabeza del director de la propia corporación policiaca (Bibiano Villa, un general retirado del ejército mexicano), a lo cual se negó y fue el inicio de una purga inmediata para despedir a gran parte de los elementos policiacos infiltrados, lo que dio paso, durante todo el periodo de gobierno, a varias amenazas de muerte en contra del propio Eduardo Olmos Castro, quien vivió su mandato permanentemente custodiado por un aparato de seguridad. Al término de su periodo continúa utilizando un aparato de seguridad personal casi tan grande como cuando era alcalde.
     Durante este mismo periodo de Olmos Castro la policía municipal, que ahora está bajo el mando del teniente Adelaido Flores, fue víctima de una gran cantidad de atentados y tuvo 47 bajas mortales como consecuencia de estos, lo que es un costo demasiado alto para un municipio que apenas rebasa los 500 mil habitantes.
FORTALECER LOS MUNICIPIOS
    En lo que es una afinación de la estrategia nacional en contra de la inseguridad, el gobierno federal mexicano, en acuerdo con el gobierno norteamericano, ha enfocado una mucho mayor atención y recursos financieros, técnicos y de inteligencia para fortalecer la capacidad de los municipios, en lo que es un trabajo de base para construir una estructura que verdaderamente atienda el problema de la inseguridad de raíz. El siguiente nivel que recibirá más recursos y apoyo son los gobiernos estatales.
    Fueron los servicios de inteligencia anticrimen del gobierno norteamericano los que llamaron inicialmente la atención sobre este cambio de estrategia. En la opinión de sus expertos, mientras los gobiernos municipales estén a merced del crimen organizado no habrá una solución posible, de ahí que la ayuda norteamericana se haya diversificado, pasando de una ayuda consistente en armamento y recursos técnicos, a otra de inteligencia y apoyo estratégico amplio de base.
     Otro cambio sustancial en la estrategia de seguridad nacional es eliminar como prioridad la captura de líderes o cabecillas de las organizaciones criminales, por una política de trabajo de base en la comunidad y la estructura municipal, algo que ha venido a reforzarse con el caso de Michoacán, donde el crimen organizado permeó sus actividades hasta las comunidades rurales y expandió la extorsión, el secuestro y las formas más extremas de la delincuencia a todos los ámbitos sociales; desde la clase alta económicamente pudiente hasta los jornaleros recolectores de limón y aguacate, a quienes imponía una cuota por cada caja recolectada de la fruta.
    Hoy, el escenario a nivel nacional para los gobiernos municipales de los estados y regiones con fuerte presencia del crimen organizado es crítico. Los alcaldes no pueden ejercer las funciones propias del gobierno que dirigen, porque enfrentan a una criminalidad que los rebaza; los amenaza; en algunos casos aislados los llega a privar de la vida o, con mucha frecuencia, los corrompe para que estos cooperen con las actividades delictivas a través de la simulación o, peor aún, por medio de la participación de los cuerpos policiacos en las actividades delictivas de una manera directa. Este es el escenario extremo que se da en muchas regiones del país y en estados como Guerrero, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Tamaulipas, por citar solo algunos ejemplos.
    El caso de Michoacán es un espejo en el que se pueden ver estados como Durango si no adoptan medidas y no asumen con suficiente voluntad política y recursos la problemática de los municipios. Se cita a Durango porque es un estado con una geografía propicia y una composición rural importante en la mayoría de sus 39 municipios, pero Coahuila también tiene problemas serios, los que se han vuelto más graves en la región lagunera a partir de 2007.
    Tanto en la parte de Coahuila como en la de Durango los gobiernos municipales son de reciente formación, lo que implica que están justo a tiempo de asumir las nuevas estrategias para el combate a la delincuencia organizada. Desde municipios grandes y mediano hasta los más pequeños; los primeros porque cuentas con los recursos financieros y humanos suficientes, y los segundos con el apoyo de los gobiernos estatales, que deben aplicar recursos y programas de respaldo tanto preventivo como correctivo.