miércoles, 30 de abril de 2014

Charlie Parker. Afuera de ninguna parte

Por: Daniel Herrera
La adicción había regresado más poderosamente que antes de su temporada en el hospital psiquiátrico de Camarillo, California. Había perdido a su hija, a su mujer, a muchos amigos, sólo le quedaba la heroína. Una gran compañera para sus últimos días. Aquella noche, en casa de una de sus pocas amigas, la Baronesa Nica Rothschild de Koenigswarter, prendió la televisión para ver el Show de los Hermanos Dorsey, reía antes de morir.
Charlie Parker nació en Kansas City el 29 de agosto de 1920, su niñez estuvo inmersa en  un mundo de discriminación racial y aprendió desde pequeño a sobrevivir. Su madre se ocupó poco de él, aunque lo suficiente para empujarlo en la música al comprarle sus primer saxofón.
Es extraño que Parker se hiciera músico, sobre todo porque en su familia nadie tenía habilidades musicales. A los 13 años ya tocaba el saxofón barítono. Un año después añadió el alto. A los 15 años Parker comenzó a ganar dinero, cuenta que  “tenía que tocar sin interrupción desde las nueve de la noche hasta las cinco de la mañana. Por lo general recibíamos un dólar por noche”. Es probable que a esta edad comenzara a inyectarse heroína. 
A los 17 años Parker se integró a la orquesta de Jay McShann, una orquesta típica de riffs y blues de Kansas. Sus colegas lo consideraban terriblemente malo, tal vez por que era terriblemente diferente. Aunque su formación no era diferente, oía todo el tiempo blues y los tocaba cada noche con la orquesta.
Con todo y esta experiencia, su vida era gris. El futuro no se veía brillante, Kansas City era un lugar aburrido y racista en donde no quería vivir.  Tocó con Jay McShann hasta 1941 de forma estable, aunque con algunas interrupciones, por ejemplo, la ocasión en que paso 22 días en la cárcel por atacar con una navaja a un taxista que le quería cobrar el viaje.
Harto de su vida, se fue a Chicago, a vivir en la pobreza: durante tres meses fue lavaplatos en un restaurante de segunda, la música parecía más lejana que nunca.
Con frecuencia no tenía instrumento para tocar. A veces los perdía, despertaba después de sus fiestas heroinómanas o alcohólicas y ya no estaba. En otras ocasiones, enfurecido en medio de un concierto, lo tiraba al suelo y saltaba sobre él. También perdió varios empeñándolos, como aquella ocasión en que para pagar la renta de un caballo y llevar a la que todavía no era su mujer, Chan Parker, de paseo por la ciudad tuvo que vender el que utilizaría en esa misma semana. 
Pero nada de esto le importaba, él podía ser igual de brillante con cualquier sax. Por ejemplo,  el concierto más importante de su vida, en 1953 en el Massey Hall de Toronto junto al trompetista Dizzy Gilliespie, el pianista Bud Powell, el contrabajista Charles Mingus, y el baterista Max Roach, lo interpretó con un saxofón de plástico prestado. Una máquina inferior que convirtió en un ave majestuosa en pleno vuelo.
En realidad, lo más duro para él fue que los demás músicos no entendieran su música. Cuando tocó en la banda de Count Basie nadie estaba de acuerdo con su estilo, tanto que el baterista Jo Jones, enfurecido, arrojó al suelo un platillo a manera de protesta. Parker salió llorando del lugar. Y es que Bird buscaba algo más que melodías hot. Alguna vez comentó: “Ya no aguantaba las armonías estereotipadas que cualquiera tocaba entonces. No paraba de pensar que debía de haber algo diferente. A veces lo podía oír, pero no lo podía tocar”.
Yardbird comenzó su revisión radical del ritmo y la armonía en una casa entre las calles 139 y 140 de Manhattan, en diciembre de 1939, cuando tocaba con el cuarteto del guitarrista Biddy Fleet en la pieza “Cherokee”. Decía: “Sí, esa noche improvisé durante mucho tiempo sobre ‘Cherokee’. Mientras lo hacía, me di cuenta de que al utilizar los intervalos superiores de las armonías como línea melódica, colocando debajo armonías nuevas más o menos afines, podía tocar de repente aquello que por tanto tiempo había oído dentro de mí. Me llené de vida”.
En 1941 Parker llegó a Nueva York, ahí se apersonaba casi todas las noches en el Minton's Playhouse a tocar con los músicos que habían terminado de dar sus conciertos y quería continuar festejando. Ahí se reencontró con Dizzy Gillespie, a quien ya había conocido en Kansas City, y se volvieron inseparables. Tocaron juntos en varias bandas e hicieron su primera grabación en 1944. Parker encontró que el quinteto era su mejor instrumentación para el bebop.
En 1946 sufrió su primer colapso de importancia: después de una grabación llegó a su cuarto de hotel, le prendió fuego y salió corriendo desnudo al vestíbulo.
La heroína lo hundió irremediablemente, no sólo lo dañaba físicamente, sino también repercutió en su economía. El fondo fue el día que su hija murió fibrosis quística sin que él pudiera hacer nada porque no tenía dinero para pagarle a un doctor.
Intentaba no drogarse, pero en lugar de la heroína consumía alcohol y ni siquiera así lograba evitar la espantosa realidad en la que se encontraba. Pronto dejó de luchar, en los últimos días le rogaba a Dizzy que volvieran a tocar juntos.  El 12 de marzo de 1955 murió al parecer de un ataque al corazón, aunque después se le diagnosticó pulmonía.  Los médicos que le hicieron la autopsia le calcularon 53 años, en realidad tenía 34.
Era un hombre que sufría por los demás pero sobre todo por su música, alguna vez declaró: “Me alegraría que llamaran aquello que toco simplemente música (...) La vida siempre ha sido cruel con los músicos, como lo es hoy. He oído decir que en su lecho de muerte Beethoven cerró su puño contra el mundo porque no lo entendía. Nadie compendió verdaderamente en los tiempos de Beethoven lo que éste escribía. Pero eso es música.”